La olla,
alguna libreta de banco,
el zodíaco
y el semicírculo matizado.
Desde el principio de la base,
difuso,
acompañaba la comida al paso,
el correo electrónico,
el hueso siniestro,
la diversión como un dolor de gota
que alcanza la interrupción y alcanza el destello.
Las perspectivas de la industria maligna
causan un pic-nic monstruoso
de pensamiento libre o de espectral fracaso.
Estado de la exploración feminista:
muchacha de la rejilla,
bióloga sin carga útil,
que incinera en desorden una frágil impresión.
Prevalece la censura
y el pan de jengibre custodia el vado.
Hay un remolino plano en el Goulash,
sin objetivo,
sin escasez.
Un demonio apto
canta una puesta en práctica,
maximiza la jerga,
¡es un saltamontes,
tiene un hueso insular,
es instintivo y florece
como un meeting electoral!
Está el maquinista, ese siquiatra voluble,
que con el palo de golf se enfrenta,
con la llave inglesa,
¡con el abrelatas, con el tornillo,
prendió fuego a la Legislatura!
Es de Géminis.
Y están los crematorios, el acusador,
la pregunta y la negligencia del absurdo.
Se aproxima un incendio y proporcionan estacionamiento.
Es el juego:
resonante.
Y está el discípulo más inteligente,
que perforó y se tiró a menos,
exhausto,
hizo ¡clank! aerotransportado
en el recuerdo sintético:
un disco volador rumbo al verano del mandato,
como un tubo de respiración.
Aquellos cerdos territoriales,
sólos,
acerados en el comité,
se encogen de sueño,
con aire satisfecho,
inminentes, débiles, perfumados.
Lechuga y tenazas,
buenos para nada,
seguros de sí,
compradores de la deslealtad.
poesía spam
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