viernes, enero 13

Volvemos al camping, y nos sentamos con ellos en la mesa. Cangrejo tira los chorizos en la parrilla. Al viejito simpático lo llaman Mahua, por el apellido, y según él es el abuelo de todos. Era jefe de policía, o comisario, en Buenos Aires, y la mujer de Cangrejo lo conoció hace muchos años cuando trabajaban juntos en una agencia de investigaciones. Eran detectives. Viviana, que ya no vive con Cangrejo, dice que es uno de sus dos o tres mejores amigos. Hacía mucho que no se veían.
Más tarde pasan Elsa y la amiga. Se vistieron para el boliche, pero apenas llegan saludan desde lejos, y se van. Quizás no esperaban un encuentro familiar. Da la sensación de que Cengrejo tampoco lo esperaba.
Durante la noche hay indirectas de Viviana a Cangrejo, mezclados con risas por los chistes de Mahua, que no para de hablar, de recomendar lugares para visitar, de repetir cuánto los quiere a todos. Nos insiste para que vayamos a su casa en lugar de quedarnos en el camping. Yo ni contesto, y Emanuel y Natalia le agradecen, pero no.
El final de la noche es caótico. Darío y Cangrejo siguen riéndose, mientras Viviana nos cuenta que ella tiene que cuidar a Gaviota porque Cangrejo vive de fiesta. Cuando se van a fumar Gaviota empieza a llorar, furiosa con Cangrejo, que se fue con Natalia y Emanuel abajo de un árbol. Dice que no lo quiere ver nunca más. Yo me quedo charlando con Viviana, y ella me dice que le gusta mi onda. Natalia, una amiga suya que recién llega, va a fumar también, y Viviana se pone celosa. Dice que le quiere sacar a Cangrejo, o algo así. Darío y la novia la tratan de calmar. Mahua sigue tan ajeno a la realidad, como en toda la noche. Juega en el agua del río con Gaviota, que cada tanto se calma. Cuando vuelven de fumar, nos despedimos con abrazos emocionados. Gaviota quiere que le saquen la malla mojada, pero no le dan bola. Mahua nos deja una tarjeta con su número y dirección.
Cuando nos vamos, tomamos otra cerveza con Emmanuel y Natalia. Creo que ninguno de nosotros termina de entender qué fue esa noche. Natalia le contó, mientras fumaban, otra historia. Tuvo un hijo hace un par de años. Su novio cayó preso, y lo fue a visitar a la cárcel hasta que su tío se enteró de la relación, pero él es directivo del penal, y cada vez que ella va a ver a su novio, los guardias lo buscan para golpearlo.
Después de un rato, nos vamos a dormir.

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