Apuntes sobre el turismo. Rápidos. Efectos del turista sobre el medioambiente, no natural, más bien simbólico. Conversaciones en un colectivo de Posadas. A los gritos, pros y contras de la ciudad. Está para vivir, pero quizás no todo el tiempo. O está bien para las vacaciones, pero el calor no te deja pensar. Un delirante dice que vendría a hacer plata y comprarse un auto para seguir viajando (?). En el camping, una pareja de misioneros que come un asado se enrosca en la discusión, esgrimen argumentos a favor de Misiones contra unos turistas con mochila que sentencian "Es lindo para conocer pero no para vivir". Qué pensará el misionero que mira por la ventanilla del colectivo, mientras del fondo se escuchan juicios de valor estético cada pocos metros, en referencia a barrios, plazas, modestas vistas panorámicas. Qué linda canchita de fútbol. Cangrejo repetía, como un folleto turístico, Misiones despierta los sentidos.
En la comunidad de guaraníes de Capioví, un caso extremo de este efecto invasor del juicio turista. Nos recibe el cacique. Nos sentamos en ronda frente a él, silencio tenso, expectante. No hay artesanías para ver ni comprar, y esa era la excusa de la visita. Entonces, se suceden preguntas nerviosas. De pronto la escena parece un interrogatorio para encontrar esa diferencia que hace que los guaraníes sean vistos como distantes incluso en el pueblo que queda a 2 km. Alguien pide frases en guaraní, y las anota en un cuaderno. Otro pregunta por los dioses (?). Se sorprende cuando el cacique habla de un dios que obviamente es católico. Parece enojado. Otro quiere saber cómo es su calendario. El cacique apenas contesta, no parece interesado en la charla, pero sonríe amable. Un chico de la Plata dice que es muy triste que hagan desaparecer las culturas aborígenes. A esa altura me pongo nervioso. Preferiría estar en cualquier otra parte. Quizás sean buenas intenciones, pero la charla parece apuntar a recabar información de la que ofrecen en los programas de cable. El cacique, por suerte, no registra los comentarios, y por fin dice que podemos ir a conocer el río. Hay chicos bañándose, y varios de los que estamos se tiran desde un árbol que sirve de trampolín. Vienen el nieto y el hijo del cacique, juntamos plata y van a comprar cervezas y vino. También hay una parejita de chicos de Capioví. La charla se hace más relajada. El hijo del cacique quiere poner un camping. Un chico guaraní quiere estudiar profesorado de gimnasia. Los artesanos muestran sus cosas. Después de un rato nos despedimos, y dejamos un cartón de vino para el cacique.
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