martes, mayo 1

Anales

"Nací en el primer mes de la primera guerra, en una ciudad ocupada por las fuerzas de von Kluck. Cuando empecé a oír bien lo que llegaba a Buenos Aires, era el fin del cine mudo, Mussolini, Romain Rolland, el hundimiento del Mafalda, Cocteau, Milosz, el 6 de septiembre, Uriburu, la Legión Cívica, Hitler, Soy un fugitivo, Federico, Michaux, Sur, Klemperer, el ensanche de Corrientes (vago recuerdo de sus cines "realistas" en larguísimos zaguanes, con películas borrosas donde sátiros de flequillo y cuello duro corrían a pobres señoritas estúpidas por habitaciones absolutamente bric-à-brac), el subte Lacroze, prodigio de las escaleras mecánicas, expedición descubridora con los camaradas de cuarto año, el tramo Canning Dorrego, el vértigo de la panza del Maldonado... El Graf Zeppelin, Gene Tunney, Gertrude Ederle, Ramón Novarro, Tito Schipa, Lily Pons, el príncipe de Gales, Roura...
Y después, no sé, las lecturas, el amor, el fin de la escuela, la música (Stravinsky, la noche inolvidable de La sinfonía de los Salmos), las plazas, los cafés -
Pero esto es ya contacto, convivencia. Yo empiezo verdaderamente en este punto. Empiezo frente a Don Segundo Sombra, llorando; frente al deslumbramiento -era en 1937- de un número de Nosotros y ahí, como si nada, los sonetos de La muerte en la llanura:

Cómo te ha de ahogar el aire helado
sobre la boca cana, dolor mío
dormido -

La oreja seguía oyendo, pero la voz era ahora viento, suavidad de pluma que acaricia, cercanía."

de Diario de Andrés Fava, Julio Cortázar

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