miércoles, abril 8

Ad astra

"¿Qué es lo que haremos todos? Esta noche ha muerto toda esta generación que ha hecho la guerra. Pero todavía no lo hemos comprendido."

Hace unos días estuve tirando bolsas de papeles y cajas con apuntes, que fui almacenando en los años de Facultad. Fui eligiendo algunas fotocopias, como recuerdos de cada cursada, y de la pila de Literatura Norteamericana me quedé con este cuento de William Faulkner. Lo separé, lo guardé en la mochila y lo tuve ahí desde entonces porque no me animaba a volver a leerlo. Era miedo a que no me gustara tanto como la primera vez, que me había dejado impresionado, con la idea de que me gustaría escribir cuentos, novelas y crónicas así: largos intercambios flotantes de diálogos, dispersos en la mesa de un bar, en los asientos de un auto que refleja las luces de la ruta en los espejos. Noches, tragos, notas al pie de un ensayo, literatura oral y anónima:

"-- (...) Era el momento entonces. Se tenía la impresión de que nosotros, la juventud terrena y apacible, habíamos sido reunidos, elegidos y juzgados dignos de ser los testigos de una época grávida, como una mujer, de los altos destinos de la tierra y del hombre. Como si el viejo fárrago de la estupidez humana estuviera por ser barrido para dar paso a una raza nueva, que, en la sencillez heroica de antaño, se extendería por el mundo nuevo. Ustedes deben haber conocido esa época, ¿verdad?, cuando los ojos resplandecían, cuando la sangre corría veloz..."

La idea era de Garth Ennis, la leí en un reportaje. Ennis es el irlandés guionista de Preacher, la saga del cowboy-predicador que sale en busca de Dios. Dios huyó del cielo, y Jesse Custer piensa obligarlo a rendir cuentas por el sufrimiento sin sentido del mundo. Ennis decía que soñaba con escribir una historieta que transcurriera íntegramente en un bar, que consistiera en la conversación de dos amigos que se juntan a tomar unas copas, y a lo sumo las intervenciones del barman. Creo que es lo más rescatable de Preacher, más allá de su cosmogonía, que por momentos es aún más binaria que la del cánon religioso occidental: el ritmo de los diálogos, el ida y vuelta prolongado entre personajes que no dejan de transmitirse buenas y malas noticias, de relatarse la historia de sus vidas, y sus planes para el futuro inmediato. Pienso en esa página tan hermosa, en la que dos ángeles conversan alrededor de una mesa, en la que uno de ellos se sirve copa tras copa de vino, mientras el otro lo observa atónito y comienza a enterarse de las últimas novedades de un Cielo, que va dejando de ser lo que era.

"Afuera, en la fría noche de noviembre, era la tregua, la pesadilla, no del todo creíble, no del todo despierta, el reposo de los antiguos deseos envueltos en palabras, de los viejos apetitos ornados de banderas y de trofeos.

--¡Dios mío! --exclamó Monaghan--. Soy un miserable irlandés. ¡Eso es lo que soy!"

Y ahora que lo pienso, la idea Ennis, de una historieta de personajes conversando en un mismo lugar, suena bastante parecido a la de los náufragos de Lost. Aunque voy por la mitad de la primera temporada.

En el Bafici me vi esta película de charlas con filósofos caminando por la ciudad. Zizek burlándose de los ecologistas en el basurero municipal. Judith Butler de compras en una feria americana con una chica en silla de ruedas que teorizaba sobre los discursos sobre discapacidad. Muy buena.

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