Ayer abandonamos la casa que una amiga de [p.] le dejó para que se la cuidara. Un antiguo PH, al fondo, con patio central lleno de plantas, pisos de madera y techos altos. Me hacía acordar a la casa del campo de mi abuelo, que era toda de madera agujereada por las polillas y un poco hundida en un costado, por lo cual las camas donde dormíamos yo y mi hermana tenían una inclinación buena, con la cabeza arriba, y otra mala que después de un rato de acostarte te mareaba. De fondo, por las tardes, en Caballito, escuchamos estos días el sonido de las murgas que desfilaban por el escenario que armó el "Verano Telerman" sobre Avellaneda. Mi hermana, que milita en Barrios de Pie, me mira mal cuando le digo que las murgas me aburren, y en general termino acosado por denuncias de elitismo intelectual; la última vez se plegó a ellas mi mamá, en un arranque de ternura ante las "fiestas populares" que no se de dónde le vino. En todo caso, pasamos con [p.] por el Corso y no me muevo de la impresión que tuve en otros Carnavales en Plaza Armenia, ese aire a fiesta escolar de un grupo reducido de padres en ronda, el aplauso condescendiente, a mi gusto forzado, por el baile de los chicos con un ritmo mucho más espástico que contagioso. Duramos poco con [p.], y seguimos paseando. Algunos chicos corrían dando vueltas entre sí con tanques de espuma "Rey Momo", ese Baco en oferta. Caía la tarde. En mi paso, breve, por el GBA, hacíamos encuestas de planes sociales con una chica que había sido Inspectora de Murgas. Iba a los Corsos y pasaba lista, contaba los integrantes de las murgas que tenían que coincidir con lo que habían declarado en el pedido del subsidio. Ingrato papel, si los hay, aunque esta chica lo debía cumplir con la mano blanda de su alma murguera. Al fin y al cabo, la plata va y viene y tal vez surja, un día, un brote de talento musical de la murga telermista (ese adjetivo, es, en cierta forma, copyright Monolingua). Qué más queremos.
En Caballito [p.] estudiaba Lit. Argentina. para un parcial. Se hizo tiempo, además, para escribir un artículo sobre Barón Biza, padre, para los chicos del Interpretador, con un título explosivo como es su especialidad (creo que "Pistolas y Muñecas de carne"), sobre un tipo retorcido, oscuro, excéntrico, olvidado de la Lit. Argentina; millonario, y militante de la resistencia radical en el golpe de Uriburu en el ´30, el ala "roja" del Hirigoyenismo, que se casó con una famosa aviadora y con una de las primeras feministas del país, y por el cuál [p.] atravesó en estos días períodos de desconcierto y rechazo que desembocaron en un fanatismo agitador que promete un artículo cargado - le está dando los últimos retoques.
Yo iba a leer las Confesiones de San Agustín, como Mariano, para el seminario. Me perdí en el medio con una colección que había en la casa de la revista "Crisis", y me quedé hojeando el baúl de la política setentista. Ahí esta Beatriz Sarlo incendiaria contra Sábato, y el presidente de la SADE charlando con Videla (rosqueaba una mejora en la ley de Derechos de Autor, y le pidió por una pensión para la nieta de Paul Groussac; se llamaba Ratti de apellido, corrían los primeros meses del ´76). También fueron a la reunión Borges, Sábato y el Padre Castellani. Castellani cuenta que cuando salieron de la casa Rosada los esperaba una turba de periodistas, que tuvieron que pasar casi a los empujones y que cuando terminaron se dieron cuenta de que Borges había desaparecido. Fueron hasta su casa, pero cuando llegaron el ama de llaves les dijo que Borges estaba en cama, con dolor de estómago, y no iba a poder recibirlos. No tengo idea de quién es Castellani, pero la anécdota me hizo acordar al Borges de Perramus, la historieta de Sasturain y Breccia, un oscuro monje negro de la Inteligencia, muy de la Guerra Fría.
Ayer limpiábamos la casa con [p.]. Después me leyó un reportaje que salió en Página/12, aunque yo no quería porque no sabía que Alberto Migré, el padre de la telenovela argentina, pudiera decir cosas intereantes. Pero es una máquina de decir cosas interesantes. Es más, ese reportaje es lo mejor que leí, o escuché, sobre la tarea del escritor en mucho tiempo (16 horas por día, y a otra cosa). Una vez quiso hacer una telenovela sobre un guerrillero que se va al monte tucumano y... pierde a la novia. Empezó bien, pero Romay le cortó los fondos.
Lo mejor es el monólogo del final. Nuestro Shakespeare:
"Por eso yo digo que algo va a pasar en el mundo, algo tiene que pasar. A veces miro el cielo y pasan esos vientos huracanados que duran un minuto y después se desvanecen, y leo en los diarios sobre estos aluviones de barro que borran un pueblo del mapa. Las montañas se van a hundir y los mares subirán. Está escrito, pero no lo queremos leer, porque ya no se lee. Quedarán tres o cuatro y volverán a contar una historia. Y hasta entonces... roña, hijo, roña."
1 comentario:
charly, me encantá cuando escribís sobre mi en tu blog. me siento como en mis minutos de fama. No me deschavés los títulos antes de tiempo que pierden su natural fuerza de choque debido a la descontextualización.
aunque la verdad, qué buen título, vale la pena hacerle fama
te mando un beso
p.
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