lunes, noviembre 13

Para una definición de lo anacrónico


Tiempistas son los que saben esperar. Ayer en el diario decían de un ex-presidente que su principal destreza es la del tiempista. Está a la espera de un cambio de aire en la escena política, dicen. Quiere cobrar una cuenta a la que, sabe, sólo va a acceder si se dan ciertas condiciones. Está al acecho.
De los jugadores de fútbol también se dice, a veces, que son tiempistas. O sea, cuando tienen la habilidad para parar la pelota y dejarla quieta mientras el resto de la cancha corre metido en un partido que ya no existe. El tiempista lo destruyó y volvió a armarlo con los pedazos del anterior: el nuevo partido existe sólo en su cabeza, y esa ventaja lo coloca en otro plano. Cuando ejecute el pase, como siempre lo hace, los demás jugadores tardarán segundos preciosos, tal vez minutos, en reordenar el sistema de coordenadas y referencias que les permite desplazarse por la cancha. Al principio les parecerá que el pase del tiempista es absurdo. Será tarde cuando entiendan que el ritmo del partido cambió, y les llevará aún más tiempo readaptarse al nuevo. Mientras tanto, el pase del tiempista habrá llegado a los pies de un jugador, tan sorprendido, quizás, como sus rivales pero ubicado en el centro del esquema ideado por el primero y que, por lo tanto, sólo deberá acompañar una jugada que se desplegará por sí misma según las premisas ideadas por éste. Lo demás es el misterio del arte. (Los mejores tiempistas son parcos y parecen sumidos en una infinita melancolía. Muchos los comparan con los monjes de la tradición zen.)
La otra cara del tiempista no es un jugador, es la patada a destiempo. Están los que dicen que ambos se complementan. Para otros, son polos irreconciliables, expresión de un universo conflictuado y autoflagelante. En todo caso, la patada a destiempo es letal: destruye el delicado equilibrio creado por el tiempista. Pero a diferencia de éste, no crea un nuevo orden a partir del primero. La patada a destiempo abre un espacio de incertidumbre; después de ella todo es posible, incluso la nada.
Nietzsche escribió un libro al que tituló "Consideraciones intempestivas". En inglés, "Untimely meditations", es decir, "Meditaciones a destiempo".

2 comentarios:

Mariano dijo...

...se podría agregar, también, el que mata-el-tiempo, y pasar del intempestivo-impetuoso de Nietzsche al aburrimiento-profundo de Heidegger, que descubre todo lo potencial del tiempo (y de quienes estamos en él) dejándolo correr en el vacío.

-no me animaría a pensar en un ejemplo futbolístico...quizás lo que acabo de decir se acerca más a mi experiencia como expectador-

charly dijo...

sí, igual me tienta más el intempestivo de Nietzsche, lo del aburrimiento profundo suena poco tentador, así a primera vista