domingo, noviembre 12

Internacionales

[p.] tiene un amigo que le consigue los libros más raros. Le consiguió uno que cita Borges en el "Idioma analítico de John Wilkins", un libro de un médico español del siglo XIX que inventó una lengua artificial y que lleva un hermoso título, "Ante el altar de la diosa positiva".
Este amigo, del que [p.] me contó ayer, es habitué de uno de los circuitos más exclusivos, en lo que a religión se refiere, del barrio de Caballito. Desde hace un tiempo se convirtió al catolicismo, pero en otra época participó de las reuniones de los Bajai, una corriente del islamismo que tiene en Caballito una especie de sede, con templos instalados en antiguas casas del barrio, aunque ésto no se note desde el exterior ya que no llevan carteles ni marcas que las distingan. Al parecer, los Bajai son una de las líneas más minoritarias dentro del Islam, y a la vez una de las más extendidas entre las clases altas y dirigentes.
[p.] los visitó una vez. Leyó en voz alta sus poesías sagradas y conoció los ambientes de uno de sus templos, decorados sólo con abundantes pétalos de rosas. El amigo de [p.] gozaba de prestigio entre los Bajai, debido a sus amplios conocimientos de historia de las religiones. Por eso sigue visitándolos aunque ya no pertenezca a su religión.
Por la manera en que [p.] describió la escena (gente de alta sociedad, reunida en una mansión, casi en secreto) me acordé de la increíble fiesta con la que termina Viajes con mi tía, la novela de Graham Greene. Perdido en la periferia del mundo (Asunción, Paraguay), el protagonista, un banquero londinense recién jubilado, ve cómo su tía y el amante de ésta hacen de anfitriones de una fiesta en una vieja casa recién comprada. Hace tiempo que descubrió que su tía no es la señora solterona y gris que siempre pensó. En realidad, es (fue) la mujer de diversos hombres que, a lo largo de su vida, le hicieron conocer los secretos de actividades tan dispares como el tráfico de joyas venidas de África, o la venta de armas con intermediarios en el Vaticano. Al final de la novela, un viejo amante de su tía, estafador buscado por más de una agencia de seguridad, planea un último golpe para acceder a jugosos negocios con el Estado paraguayo. La novela termina junto con esa fiesta poblada de millonarios, embajadores y funcionarios que no saben que se están aprovechando de ellos, y que si lo supieran probablemente no les importaría.
A los Bajai de Caballito me los imagino como a los embajadores y millonario de Paraguay, perdidos en el mundo de alguna manera indirecta, casi imperceptible y sin importancia.

1 comentario:

charly dijo...

ay, era un título muy bueno, perdón!