Camino por Devoto, desde la estación rumbo a una oficina. Allí, en un departamento saturado de computadoras, traducimos secuencias de palabras que algún día, dicen, van a formar parte de la página web de Cisco, esa madre patria virtual de servidores y equipos de comunicación, de enrutadores, correo de voz y multiplexores. Todo está en duda, pero sobre todo está en duda el sentido de las frases que igual traducimos porque para eso nos pagan. En las empresas modernas no hay jefes, ya no. Quedan coordinadores que derrochan simpatía y que no hacen preguntas pero transmiten angustia de concurso televisivo. Están las fechas de entrega, siempre vencidas, y están las compañeras de trabajo dispuestas a hacer horas extra gratis en nombre de un sentido del deber que no comprendo. Comemos bizcochitos dulces, y litros de mate y café, pasan las horas y puedo procesar palabras a velocidades cada vez mayores. En una pared del barrio, por una calle de chalets, escrito:
Teletubie volvé, te sigo amando
Sería largo de explicar.
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