martes, mayo 9

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Hay rumores de que Isidoro Cañones llega al Cartoon Network. Se habla de 10 capítulos producidos por la empresa de Jorge Rodríguez, que viene de vender más de un millón y medio de entradas para la película de Patoruzito. Por un lado no está mal que sea en el Cartoon Network donde salte a la fama audiovisual el "Rey de los playboys", ahí están los dibujos de la Warner, el Pato Lucas y Bugs Bunny que son de la misma familia que Isidoro: cínicos, tramposos, solterones.
Claro, el pato y el conejo pertenecían a otra clase social, eran buscavidas, figuras surgidas al calor de la crisis económica de los ´30 como los "3 chiflados", medio graciosos, medio violentos, medio muertos de hambre. Isidoro, en cambio, es un niño bien, un dandy que se las ingenia para que no le corten los fondos, ese crédito clandestino con el que ensaya martingalas mágicas y deposita sus esperanzas en las "fijas" del hipódromo, pero que sobre todo financia sus "locuras" con la fortuna inagotable del General Cañones, su tío millonario, de quien poco se sabe más allá de su pasado militar.
Esa es una característica que comparten Isidoro Cañones y Patoruzú, los dos personajes que llevaron a la fama a Dante Quinterno. Ambos se vinculan a fortunas fantasmales. Digamos, el General Cañones tenía plata y punto. Era un militar argentino, con eso estaba todo dicho, no hacía falta reconstruir su historia como emprendedor visionario á la Tío Rico, el entrepeneur aventurero, el self-made man. Por su parte, el indio recibió una herencia millonaria de los Patoruzek, sus antepasados de la Patagonia. Dedica su vida a regalar plata a quienes la necesitan, y a rescatar a los indefensos y los estafados. De por sí ya es irónico, un indio rico, pero más todavía si se tiene en cuenta el cruce entre las dos historias: el contador y hombre de confianza del indio, "el padrino", es el mismo Isidoro, adicto al juego y al boliche, es decir que la plata del tehuelche está en manos de un dandy sobrino de militar cuya fortuna quizás se haya empezado a amasar durante las campañas al desierto con las que el Estado argentino exterminó a los indios de la Patagonia en el siglo XIX.
Además, las dos historias comparten ese eje como motor de casi todas sus tramas -el dinero- bajo las miles de formas que puede adquirir: donaciones, apuestas, préstamos, robos, estafas, etc. Un número de "Las locuras de Isidoro" consistía por completo en las corridas frenéticas de Isidoro por recuperar un cheque perdido en un juego de póker, antes de que lo cobren en el banco y descubran que había falsificado la firma de su tío. En otro de "Las aventuras de Patoruzú", el indio se asocia con una compañía de cowboys para hacer una gira de shows de destrezas rurales a beneficio (los cowboys resultan unos estafadores, los descubre, los muele a golpes, etc.) Éstos como dos casos que se me ocurren ahora.
Las dos historietas responden a ese esquema: si Tío Rico ponía en riesgo su pellejo, y el de Donald y sus sobrinos, en el proceso de consolidar su fortuna, Isidoro y Patoruzú se pelean a ver quién la gasta primero (regalos para el asilo de huérfanos de "las pamelitas", o fin de semana en el casino de Mar del Plata). La cara de Isidoro congelado, desmayado en ¡PLOP! frente al indio que firma un cheque millonario para una donación.

En fin, ¿estará la barra de amigos de Isidoro en el Cartoon Network? ¿Las caravanas por los centros de la noche porteña, las comidas en "Fechoría", las noches en "Mau-Mau"? ¿Se escapará Isidoro en su descapotable, con Cachorra, "reventando los cambios", como en un tema de los Redondos, para ir a jugar a la ruleta de Mardel? Ese es el jet-set que queremos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Isidoro es un fenómeno. En casa de mis padres se acumulan muchos kilos de sus revistas, amarillentas.
Cierto que el inmoral Isidoro era la antítesis del indio. Recuerdo un capítulo en que organizaba, con complicidad de Cachorra, un partido de rugby a favor de los "huerfanitos de villa cañazo", y para ganar el partido monta un equipo con artistas de circo (organizados por Carlitos Balá). Al final gana el partido, gana las apuestas paralelas que él mismo organizaba, agarra la plata de la caja y se raja a tomar un avion antes de que todos se enteren que era todo un montaje y ni existian los huerfanitos...
Es tan despiadado que deberíamos odiarlo, y sin embargo acaba despertandonos cariño!