lunes, enero 23

Escritura en desfasaje. El blog como bitácora funciona, pero con delay. Desde que empecé a escribir, siempre fue con retraso de tres o cuatro días. Escribí de Posadas cuando ya me iba para Capioví, y así sucesivamente, siempre con uno o dos lugares de atraso. Para que haya inmediatez tendría que usar un cuaderno o una palm, escribir cada noche y salvar el viaje al locutorio que implica otra organización, controlar el estado del tiempo, y sobre todo escribir rápido para no gastarse toda la plata en Internet-- en algunos pueblos sólo tienen conexiones de teléfono. En San Ignacio la señora que atendía se lo tomó en serio cuando le dije que quería usar sólo media hora de computadora, y a los 30 min exactos Windows se cerró con todo lo que había escrito. La señora me cobró con una sonrisa, y me regaló una estampita de un santo desconocido, al menos para mí.
Internet en Misiones, también implica desconfiar de las ideas de distancia que maneja la gente. Acá todo queda a dos cuadras, a veces a los misioneros les basta con levantar un brazo y decir allá, allá, con eso parecen satisfacer todo pedido de orientación. En la práctica 1 o 2 km se convierten en 6 o 7. En Wanda caminé 25 cuadras tras el locutorio, los lugares que señalaban unos, a dos o tres cuadras, eran desmentidos por los siguientes informantes, que me volvían a señalar otros, y así. Al menos señalaban siempre en la misma dirección.
Ahora estoy en Iguazú. Ya fuimos a las cataratas, y todavía no sé adónde puedo ir. Acampamos en el lugar más barato de la ciudad, 3 $ contra 10 $ o 12 $ de los campings. Es la carpintería, atendida por el joven Moisés, y dos señoras que pasan la tarde sentadas en la entrada del local. Una vieja casa, en cuyo fondo hay un galpón hecho con tablones de madera que funciona como pensión. En un pequeño jardín, y en un pasillo también se pueden poner carpas, por el mismo precio. Alguien la comparó con la vecindad del Chavo del ocho.
La mayoría de los que están parando son artesanos. Muchos son estudiantes que venden pulseras y collares para financiarse las vacaciones. Pero también hay algunos más grandes que parecen vivir de viaje. Cristian, que no está en la carpintería, puso una carpa en el jardín de un viejo ucraniano refugiado de la segunda guerra. Nació en una chacra de Misiones, pero hace ocho años que recorre ciudades y pueblos de Brasil y Argentina.
En la carpintería hay dos casos extremos. Mike, de unos cuarenta años, anteojitos gruesos, es argentino y dice que recorre seis meses por año América del Sur juntando semillas y piedras, y comprando artesanías, que después manda a holanda donde vive el resto del año. Allá trabaja el material junto a sus hijos, y revende lo que compró. Nadie le cree demasiado, aunque algún porcentaje de verdad debe haber en lo que cuenta. Conoce las rutas de Brasil y Argentina de memoria. Los bares alrededor de las terminales en cada ciudad, donde conseguir viajes en combis no muy legales, los famosos "sacoleiros", a cuenta de traficantes de computadoras que les pagan a los extranjeros, "muchos ex-artesanos", para que viajen con uno o dos equipos a cambio de 50 reales. Parece que a los brasileros les exigen papeles de lo que transportan-- asegura que no es tráfico de droga.
Del otro caso no me acuerdo el nombre. Es un tipo hosco, parco, de mirada amenazante. Las primeras veces pasaba sin saludar. Ayer a la mañana, me levanté y había entablado una extraña discusión con Mike sobre Caín, Abel y la Biblia. Mike formulaba chicanas tontas, y el otro se embalaba y hablaba mal de la Iglesia romana, por lo que supongo que debe ser de algún grupo evangelista. No pasaría de una especie de predicador amateur, que se embala dando consejos sobre la vida natural, la violencia de comer carne, y hasta de tomar leche -"alguna vez vieron a un toro tomar leche de la vaca" (?). Después entró en la veta resentida rencorosa, y dijo que iba a ir a Venezuela a buscar a una mujer. ¿Por qué? Una húngara a la que había conocido, y había prometido volver para devolverle la mochila que se llevó prestada. No era la mochila, pero había quedado "herido". Dejo de recibir e-mails y ahora dice que es mejor no confiar en nadie. Yo creí que había sido una historia larga, pero resultó que la había conocido quince días atrás. Y habían estado juntos dos días. Pero dice que se va a Venezuela. Ella iba a ir para allá en unos meses, y dice que la va buscar y la va encontrar. "Empezó la cacería", dice y se ríe seco. En principio parece que habla con doble sentido, en principio.

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