domingo, diciembre 26

Hoy en Cobra apareció un pibe y empezó a pudrir el recital de narradores. Agitó a los gritos hasta que le tiraron un vaso de cerveza, que se estrelló contra la vereda. Siguió gritando, hasta que el recital pasó adentro de la librería, y mientras se leían unas breves historias se escuchaban desde afuera sus insultos contra la literatura pronunciados con acento madrileño. Hacía calor. No hubo represión salvo por aquél vaso, y sí palabras comprensivas de los habitués del indie. Acababa de tocar un dúo de canciones bucólicas para guitarra y tambor, y un guitarrista de blues.
Fue una breve obra de stand-up sobre el verano, las fiestas, las almas y el descontento. Cuando terminaron de leer ya se había hecho de noche y nuestro performer se había ido. Después fuimos a comer unas pizzas y hablamos de los hijos del exhilio, y de las organizaciones barriales que militan el software libre. Nos deseamos feliz fin de año.
Me había pasado la tarde leyendo a Proust en francés, Le Coté de Guermantes en un McDonalds. Una tarde sumido en el dicionario y el aire acondicionado, pensando en cosas.

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