miércoles, febrero 15

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"Más específicamente, la extraordinaria expansión de la educación superior
proporcionó cada vez más empleo y se convirtió en un mercado para hombres y
mujeres con escaso atractivo comercial. Esto se podía advertir sobre todo en la
literatura. Había poetas enseñando, o al menos trabajando, en las universidades. En
algunos países las ocupaciones de novelista y profesor se superponían de tal forma
que en los años sesenta apareció un género nuevo que prosperó rápidamente, habida
cuenta que un gran número de lectores potenciales estaban familiarizados con el
medio: la novela de campus que, además de la materia habitual de la ficción, la
relación entre los sexos, trataba de cuestiones más esotéricas como los intercambios
académicos, los coloquios internacionales, los cotilleos universitarios y las
peculiaridades de los estudiantes. Y, lo que era más arriesgado, la demanda
académica alentó la producción de una escritura creativa que se prestaba a ser
diseccionada en los seminarios y que se beneficiaba de su complejidad, cuando no
era incomprensible, siguiendo el ejemplo del gran James Joyce, cuya obra tardía tuvo
tantos comentaristas como auténticos lectores. Los poetas escribían para otros poetas o para estudiantes que se esperaba que discutieran sus obras. Protegidas por salarios académicos, becas y listas de lecturas obligatorias, las artes creativas no comerciales podían esperar, si no florecer, al menos sobrevivir cómodamente."

Historia del siglo XX - Eric Hobsbawm - Mondadori - p. 504

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