lunes, diciembre 27

Hoy le mandé una carta a mi tía de París. Pasó la Navidad en Lisboa con amigas, me dijo mi mamá, y cuando estuve en Buenos Aires hace unos meses le mostré unas poesías que había escrito y quedé en que le pasaba otras, pero después no pudimos vernos. De paso, mandé un giro por Western Union para reservar tres noches de un hostel en Maldonado, Uruguay. Hay rumores de albergues agotados en esas mismas playas que antes, dicen las leyendas, eran un páramo que solo visitaban esporádicos viajeros, aspirantes a hipsters. Ahora reservé por Internet una cama en una habitación compartida con diez personas, para estar un par de días antes de seguir rumbo al Chuy, donde tal vez tenga que quedarme en carpa, en algún alero al reparo del viento y de las masas, que yo mismo integro.
Maldonado queda al lado de Punta del Este. Y si voy, es en gran parte para dar una vuelta por el escenario del dinero y el jet-set que encendió algunas de mis fantasías infantiles. Empecé a leer con las historietas de la Billiken y los títulos de la Gente. Mi abuelo las compraba religiosamente, y mi mamá las traía a casa. Tengo grabadas historias truculentas de una secta cuyas actividades eran descriptas con lujos de detalles, incluidos los ritos sexuales con los que sometían a jóvenes desprevenidos. Una vez tuve un ataque de pesadillas después de ver una nota llena de fotos sobre un quirófano de cirugías estéticas, los pechos de una mujer abiertos y descosidos.
Punta del Este me la imagino como una enorme estación del Tren de la Costa. Voy a brindar por mi amigo Alejandro, al que recuerdo en el '95, cuando teníamos catorce años, insultando al aire el día que Menem ganó las elecciones.

2 comentarios:

carla dijo...

me había olvidado de la expresión jet-set
actualiza todos esos sueños

charly dijo...

isidoro cañones era del jet set, iba a mau mau!