lunes, diciembre 7

Querido blog

Hoy en una reunión me volvió a pasar. Le vi la cara a alguien que hasta ese momento era un nickname, unas frases de twitter. Un seudónimo desperdigado por unos cuantos sitios de la web. Acomodar una imagen mental a una voz, una cara, unos gestos. Debía ser lo más natural, cuando todavía no habían inventado las máquinas de fotos. Conocer a una persona sería deshacerse de los supuestos que habían ayudado a imaginarla. Hasta entonces había sido un vago rumor, la intuición de lo que, en algún momento, tal vez fuera su rostro, si llegáramos a conocerlo. Pero lo más probable es que en ese tiempo, nadie se detuviera a pensar en el instante en que un rostro dejaba de ser desconocido. Sería algo habitual. Pasar de la cara imaginada a la imagen real, como se reemplaza una acuarela colgada en la pared por una foto del mismo paisaje. Y si las redes sociales siguen ampliándose en la web, esos momentos tal vez se vuelvan imperceptibles. Tal vez no queden caras por conocer, fuera del alcance de Google.
Los amantes del vinilo seguirán evocando las épocas anteriores a los videoclips, cuando ver en vivo a una banda de rock era acceder a imágenes inéditas. Ziggy Stardust, en busca del aura perdida.

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