jueves, diciembre 11

In God we trust

Zizek se pregunta y se responde que no sabe. Me hace acordar a Adorno y lo que entendí de la dialéctica negativa, seguir el hilo de los fenómenos del mundo y ampliarlos y analizarlos hasta que su propia lógica termine por colapsarlos. Tiene algo del dibujo animado del anciano oriental inofensivo que siempre se queda al margen de la acción y parece que estuviera meditando, pero todos saben que es el guerrero más peligroso del mundo y conoce técnicas de combate imposibles de reproducir. En realidad, su respuesta es la Solución, el Partido, la estrategia que reúna las fuerzas dispersas del progresismo y vuelva a plantar bandera frente a la barbarie capitalista. No es adorniano, pero me leí el libro entero que le dedicó a Lenin y saqué en blanco una larga lista de contradicciones, como fallas en la Matrix del capitalismo, a punto de estallarnos en la cara, pero en cuanto al programa de acción revolucionaria por ahora sigue en la fase de chicanear a las bandas de globalifóbicos y juntar los pedazos que quedaron del zapatismo para tirárselos en el jardín a los europeos espantados por brotes de xenofobia y simpatía neo-nazi. Mientras tanto, seguimos caminando por avenida Corrientes. Ayer lo vi a Cucurto sacándose fotos con una parejita, encantados, en la Noche de las Librerías. Después leyó en el Gato Negro con Cecilia. Habíamos comido en McDonalds. Habíamos ido al Malba. Y a una galería en un pisito en Bulnes cerca de Libertador. Había fotos de gente bailando. En una pared la coleccón completa de la revista Vogue desde 1991. Y antes, mucho antes, hubo una Tertulia en casa de Miguel Mitlag organizada por Pretty Printing, donde sonaron temas de bandas garage y poemas de Lady Cavendish con órgano a la Peter Hammil. Yo leí una poesía spam. Había aviones de madera balsa que pesaban medio gramo, y Lux Lindner habló de una teoría que iba de José Ingenieros a la industria aeromecánica y el concepto de cuidado maternal a lo largo de la historia y en distintas culturas a lo largo y ancho del mundo. La teoría la había escrito en Suiza un alter ego de Lindner en una suerte de exhilio económico, que dijo le produjo una furia intelectual como la del Profesor Neurus en su laboratorio de Trulalá el día después de que lo expulsaran de la Universidad. Estuvo Mariano, que me prometió que me prestaba "La isla misteriosa" de Julio Verne. Más tarde fuimos a tomar cerveza y con Cecilia y Claudio conocimos a Jaramillo y terminamos especulando con la revolución que un día van a protagonizar las camadas de free-lancers por ahora dispersos en las llanuras de la industria cultural, pero que vienen bajando / con sus espaldas rotas, como dice la canción.

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"Vienen tiempos peligrosos, que siempre son buenos tiempos para cambiar algo. Pero entonces tenés que pensar y tratar de comprender. Todos los relatos predominantes, el viejo relato del Estado de Bienestar, el relato posmoderno de izquierda, el relato neoconservador y, por supuesto, el viejo relato marxista standard ya no funcionan. No tenemos relato. ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? Existe, obviamente, la sensación de descontento por los peligros del capitalismo global, el Foro de Porto Alegre, pero ¡por Dios! Cuándo conocí a Naomi Klein le pregunté sobre todo esto, y hasta ella, un gran ícono de la izquierda, tiene miedo de comprometerse respecto de qué hacer. Estas preguntas tan elementales y estúpidas como ¿va a seguir existiendo el capitalismo? ¿Tiene límites? ¿Podemos pensar en una manifestación popular por fuera de la democracia? ¿Es suficiente? ¿Debemos participar de este juego? ¿Cómo vamos a responder al problema de la ecología? ¿Qué significan los avances de la biogenética? ¿Cómo abordamos el tema la propiedad intelectual? O sea, las cosas están pasando y no es que no tengamos respuestas, ni siquiera tenemos las preguntas adecuadas."

Zizek interview (min. 30 aproximadamente)

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Hace un par de semanas unos amigos de una galería de arte me regalaron un pasaje a Montevideo para que llevara un cuadro y una valija con varias obras y los entregara en una galería de Ciudad Vieja. Era bastante novelesco todo el programa, que incluía disimular lo más posible en la aduana y no llamar la atención de la policía de frontera, para en todo caso, dejarse llevar por los vacíos legales de nuestros códigos en materia de arte, y a lo sumo, escuchar los sermones contradictorios -que fue lo que pasó- de las dos representantes de la ley, una que buscaba drogas en el marco del dibujo, mientras la otra evocaba el patrimonio cultural de la nación y el cuidado que le dedicaban las fuerzas de la ley. Me devolvieron el cuadro, y pasé sin que se acordaran de abrir la valija, y me peleé entonces con los marineros de río que tripulaban el lanchón que no me permitiron quedarme con la valija en el asiento, y la acomodaron en el techo, a la intemperie, cubierta por una lona, por más que les insistí hasta que algunos pasajeros me empezaron a chistar. En ese viaje, que parecía conducido al peor desenlace, mientras me sumía en la paranoia y la catástrofe de lo que podría ocurrir si la valija caía al agua, cuando los artistas de la galería se enteraran, cuando les dijeran que habían perdido sus dibujos en algún curso fluvial del Tigre, mientras lo meditaba, hice la cola en el buffet para comprar una cerveza y al lado mío se acomodó un chico que viajaba con un estuche como de guitarra y al que había visto charlando con otros que parecían conformar una banda. Le pregunté y cuando me dijo quiénes eran (eran los Superuva) me acordé de algunas de sus letras, de la tapa de su primer disco, de los chicos de la tapa tirándoles piedras a un tren, de sus gloriosos himnos "Churrasco violento", "No te vayas gorda", "Hoy no me voy a bañar", y de la frase con la que aparecían en el afiche de una vieja feria municipal sobre la historia del rock nacional, en la que respondían por el origen del nombre de la banda con la consigna de "un poco por lo del escabio", de Nahue, Juan y otros que tarareaban las canciones. Estaba en la Cachola viajando con Superuva, traficando obras de arte, el aire húmedo del delta apaciguaba el calor y nada podía salir mejor ni peor, la suerte estaba echada para todos.

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Estuve en la feria de Tristán Narvaja.


Me compré este póster de un jaguar que vendía un chico. Tenía una pila de láminas muy viejas, hermosas y baratas.

1 comentario:

Club de Fan's de Los Gatos Negros del General dijo...

Es GENIAL ESTE SITIO.
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Bb, LOS GATOS NEGROS DEL GENERAL.