sábado, marzo 29

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Ahora me dispongo a escribir mi última monografía. Debe ser por eso que ando de un humor medio atacado estos días, agravado por largas sesiones de información agro-ganadera mientras suenan desde lo alto las cacerolas de Palermo y tengo la sensación, bastante nueva, de estar realmente lejos de simpatizar, o algo mínimamente parecido, con los manifestantes que pululan por las calles. Los vimos subir con Mariano desde el bajo, rumbo al Obelisco, y tuvimos que preguntarles si el tema eran las retenciones. Tal vez fueran rezagados de Palau; nosotros salíamos de un cine de Lavalle y de una película bastante absorbente, española y de fantasmas, que nos impedía discernir. Antes de entrar había pasado por el Obelisco copado por hinchas de Racing con banderas del Che Guevara. Cuando los vi, de lejos, temí por un momento que fueran lobbystas del lock-out alimentario que ya empezaba a juntar gente, y fue un alivio enterarse de que eran los hinchas de un equipo en crisis político-financiera. Ahí estaban, reventando los últimos cartuchos de su plan para recuperar el prestigio y la institución. En la esquina se paraba a verlos algún que otro motoquero o empleado del centro. Sonreían como quien comprende el dolor ajeno, y está a punto de burlarse.
Hoy sábado me senté a escribir sobre San Agustín. Y le mandé esta consulta al profesor:

"hola Leonardo,

soy Carlos Gradin, cursé el seminario de verano que diste en el 2007. Hace un tiempo te había consultado por el trabajo final. Dado que mi tema no te había parecido adecuado, estuve leyendo a San Agustín y quería comentarte mi nueva idea para el trabajo. Quería escribir sobre la manera en que aparece retratada la lectura en las "Confesiones", entendida como una práctica de acceso a la verdad espiritual. Mi idea es relacionarla con los niveles de lectura no literales de las Escrituras Sagradas, que también se comentan en el libro, y con las ideas de San Agustín sobre el lenguaje, que aparecen en El Maestro. También quería analizar la manera en que Agustín construye su discurso introduciendo citas de las Escrituras, y cómo esas frases parecen completar las del propio Agustín, como si fueran precisamente las palabras que le faltaban. El trabajo giraría en torno a esta forma de la lectura como revelación o apertura frente a una verdad que se vuelve íntima, en el sentido de que es plenamente apropiada por el sujeto. Esto aparece en las "Confesiones" en diversos pasajes, como en el relato de la conversión de San Antonio, luego de escuchar una cita de la Biblia casi por casualidad, o la conversión de los amigos de Penticiano, que encuentran un libro sobre la vida de Antonio y deciden irse a vivir como cristianos apenas terminan de leerlo. Me hacía acordar a la frase de Benjamin, sobre su intención de que las citas de su libro fueran como asaltantes de los caminos que despojan a los lectores de sus convicciones.
Como bibliografía complementaria tenía pensado usar "Figura" y ver otros textos de Auerbach que puedan servir, como "Lenguaje Literario y Público en la Baja Latinidad y en la Edad Media" o "Mímesis"
Bueno, espero no haberme extendido de más. Si preferís que te consulte por otro medio, puedo acercarme a algún lugar.

un saludo

Carlos"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué de sensaciones parecidas, encima vivo en un enclave del "wokazo" -Recoleta- donde el tefloneo fue la constante como respuesta a todo discurso (aunque fue más grosso el cacerolazo de enero por un mínimo corte de luz). Y ese martes fue bizarro encontrarse con tanto menjunje en la calle, faltaba Carlo Marx. Bueno, ché de charly, inauguro comentario y espero que el groopycidio deleuziano y deletéreo no te tenga entre los borrados.

charly dijo...

què hacès Lucky, no al wokazo ni al deleucidio, viva el campo, un abrazo!