sábado, noviembre 17

Estoy colgado hace días con el blog. Me dejé estar y se me acumularon las ideas para posts. Una era sobre esta secta rusa que se encerró en una cueva a esperar el fin del mundo, pero supongo que a esta altura ya habrán resuelto el tema. Los habrán gaseado con rezagos soviéticos, como hicieron hace un par de años con el grupo de rehenes y guerrilleros chechenos en el teatro de Dubrovka. Hoy, justamente, en un canal de cable había un programa sobre tecnología y actualidad, y el conductor, que es columnista de La Nación, empezó por relatar el caso de un adolescente norteamericano que fue arrestado por la policía cuando arreglaba con un killer (agente encubierto). El pibe quería que asesinaran a su madre y al novio, a cambio de una camioneta que entregaba en forma de pago. No le dejaban jugar a la Playstation, y de ahí surgían una infinidad de temas para el debate, en los que tendían a ganar las computadoras y a reforzarse la necesidad de supervisar el comportamiento adolescente. En estos días me hice kirchnerista, o me parece, si me guío por lo que me dicen mis amigos. Y fui a ver Encarnación, la película de Silvia Pérez. Estoy leyendo a Antonio Machado y a Fabián Casas, y preparando Latín para diciembre. "¿Dónde vamos a poner a Malvolio - pregunta Casas - que quiere convertir su dolor en aventura?" Y después: "¿qué vamos a hacer / con el galgo de orejas vendadas / que ladra en el rectángulo del patio?". Y: "¿Qué preguntas hacemos / para que nadie nos responda?" Me gusta este libro, Oda. Parece una charla técnica de un hombre consigo mismo, un pedido de instrucciones y la búsqueda de un maestro zen en una especie de shopping abandonado. Hay de todo, menos sabiduría. Y: "(...) Miren. / ahí está Malvolio, / enseñándole a sus discípulos / la métrica del alcohol." Después estuve leyendo las notas de la revista PLANTA. El valor de uso. Me pregunto a qué se refieren y no me termino de responder. Y lo nuevo de Ferko. Y pintó el arrebato.

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