domingo, octubre 7

La noche de los museos

Un domingo para adelantar traducciones mientras suenan los boleros de Eymé Gormé, Chavela Vargas, Bola de Nieve. Qué poco me importan los rumores de los Pumas, las "gestas" argentinas, el ánimo de los televidentes y la autoestima deportiva. Ayer en el Cabildo había una muchedumbre. Parecía la Fiesta de San Patricio, esa que empezó a mediados de los noventa a festejarse en la zona de bares irlandeses de Retiro. Después pasó el tiempo y las calles se llenaron de estudiantes de privadas, oficinistas after-hour, turistas. Una muchedumbre marchosa pagando cerveza a precio de licor, choripán 7 libras, burrito 40 pesos. En el cabildo había una historieta en la sala principal. Iba a decir que es un despropósito poner historietas en vitrinas de museos, porque violenta la naturaleza del género fogueado al calor del papel barato y el consumo juvenil de posguerra, y porque es todavía más paradójico y estúpido si se trata de contar la historia en clave "nacional y popular". Tranzas. Mercado. Géneros mantenidos a pulmotor con subsidios materiales y simbólicos salidos de las arcas públicas y de la obsecuencia del periodismo cultural, ejecutados por artistas-parásitos de una Tradición que no solo no existe sino que funciona como placebo para la buena consciencia de la clase media. Una fiesta. El cepo de madera en el pasillo del Cabildo tenía un panel de instrucciones, "... tuvo su auge a mediados del siglo XIX."
De ahí nos fuimos al Museo Etnográfico cuyas puertas vomitaban gente. Salían en éxtasis. Con esfuerzo llegamos al patio central, y a sus bellas palmeras, canteros de piedra y pequña recoba. Ahí compramos algo de comida y seguimos viaje. No había forma de penetrar en el scrum de curiosos agolpados en las escaleras que conducían al primer piso. "El Museo de la Numismática", dijo alguien y partimos, no sin antes dar un vistazo a la colección de máscaras del palier. Se las veía bien.
En la Casa de la Moneda llegamos para el punto alto de la noche. El Coro del Banco Nación entonaba un popurrí de grandes éxitos de la música occidental, del medioevo a Sur pasando por Whitney Houston, y allí estaba Martín Redrado en primera fila, aplaudía a sus empleados, contento. Alejo se quedó charlando con un banquero del coro que afiló su desconfianza anti-kirchnerista con argumentos que a mí me parecieron trillados, cuando Alejo me los contó.
Caminamos un rato. Terminamos en el Chori de Bolívar e Independencia. Coca, cerveza, pancho. En el 64 de vuelta, Alejo le veía el lado positivo, yo opiné que se les había ido de las manos. Estuvimos de acuerdo en que al gobierno entrante le queda una pesada herencia. Las masas porteñas no van a dejar que recorten el presupuesto para su noche de los museos. Vislumbramos el caos, los saqueos, el pueblo enardecido frente a las puertas cerradas. Cuidate, Macri.

No hay comentarios.: