lunes, noviembre 6

Hamlet, Próspero y los cuentos de hadas

Voy a hablar en el seminario de Vedda. Sobre eso estuve leyendo en estos días. Gente jodida.

Benjamin y Bloch, sus lecturas de Shakespeare.

Por un lado, Benjamin, que toma el "drama barroco alemán" y lo convierte en un precursor del Romanticismo. Para eso: una teoría de la alegoría como el polo opuesto al símbolo. Para Benjamin, la alegoría es un símbolo que perdió la capacidad de remitir a un referente; ocupa el lugar de otra cosa, sí, pero se refiere a ella lo mismo que a muchas otras y, por lo tanto, tiene su sentido diferido en el tiempo. Es un cheque para cobrar depósitos en un Banco de Signos que, hace tiempo, está en bancarrota. Benjamin publicó otro libro en 1928, además del "Origen del drama barroco alemán"; fue "Calle de dirección única" en el que la crisis política y económica de Europa ocupa un lugar importante, y se trasluce en una escritura fragmentada y críptica.
Entonces, si los símbolos incluían en su propia forma la remisión a un contenido, la alegoría parece haber claudicado, o perdido esa posibilidad. Mientras que el mito se expresaba por medio de símbolos, la alegoría lo que permite la entrada de la historia en el arte. La alegoría, para Benjamin, equivale en el plano de las ideas a lo que son las ruinas en el plano de las cosas. Restos del pasado, fragmentos a la espera de una lectura que les devuelva su sentido, al menos un sentido. Las alegorías son, dice Benjamin, el pasatiempo preferido de los melancólicos: Hamlet con un libro en la mano paseando por las galerías del palacio. El rey, obvio, se asusta y acepta el consejo de Polonio, quien muere en manos del "loquito" en su intento de ayudarlo, de curarlo de un supuesto mal de amores.
La catástrofe del drama barroco (Shakespeare incluido), surge de la misma trama de acciones y personajes que lo interpretan y que se consumen con él; en esto Benjamin distingue al drama de la tragedia, en cuyas obras la culpa cae sobre el héroe desde un más allá fuera de su alcance.

Por otro lado, Bloch. También él describe a Hamlet con los rasgos del melancólico. De hecho, parece anticipar la náusea de Sartre: "...el asco por el mundo [que] impide también toda aproximación al ahora y aquí dados, a la presencia en la existencia." Si eso es Hamlet, Próspero es su contraparte: el príncipe en el exhilio que, gracias a su sabiduría, y sus poderes de mago, funda un reino en una isla habitada por seres de fantasía a los cuales esclaviza. Próspero es el soñador que sí cree en la vida, y que por eso decora su mundo con la música y los colores a los que su arte le permite acceder. Próspero es la pura afirmación, la voluntad de cambio, la confianza en el progreso adornado por las luces de un show-business que hacía sus primeras apariciones en la película de la historia. Hamlet, de negro, es el aguafiestas; sueña con cosas en las que al instante deja de creer, y se sume, entonces, en el vacío, la nada que acecha a Dinamarca.
Para Bloch, estos son dos modelos de soñadores, aunque no de utopistas en el sentido que le da Bloch a la utopía. Si bien se contraponen, Hamlet y Próspero no dejan de cifrar en la figura que encarnan, a dos formas de evasión, de huída de la realidad. Vislumbran un futuro alternativo, pero lejos de actuar en consecuencia se detienen ante la angustia (Hamlet) o recurren a mundos de fantasía (Próspero). En el medio, dice Bloch, existen lo que llama "figuras emprendedoras", utopistas entre los que menciona a Don Quijote. El caballero también vive en un mundo poblado con sus fantasías, pero puede pensarse una diferencia fundamental frente a los personajes de Shakespeare: Don Quijote, convencido de vivir en una época de decadencia de la caballería, sale, sin embargo, a recorrer el mundo con la misión de revivirla. Sus acciones, entonces, tienen consecuencias concretas en el mundo real, no dejan de generar cambios en él pese a su origen literario-fantástico.
En Benjamin puede leerse una teoría de la experiencia que parece dialogar con este impulso utópico. En "Experiencia y pobreza" Benjamin transcribe una vieja historia. Se trata de la fábula del padre que antes de morir informa a sus hijos que ha dejado un tesoro para ellos, enterrado en el campo en el que trabajan. Los hijos pasan días enteros revolviendo la tierra. El tiempo pasa, y la tierra trabajada por los hijos acaba por entregarles una rica cosecha; ese, se dan cuenta éstos, era el tesoro del que hablaba su padre.
El impulso utópico de Bloch, puede decirse, es una búsqueda cuyo recorrido acaba por producir un tesoro. En todo caso, un recorrido que acaba por transformar su punto de llegada en algo distinto de lo que era, de lo que preveía, al momento de la partida.
Benjamin escribió su propia fábula, en 1925, cuando la Universidad de Frankfurt le rechazó su tesis de habilitación sobre el drama barroco. En ella cuenta la historia de una princesa dormida en un seto de espinas que espera la llegada de su "príncipe feliz". La princesa, luego de muchos años, se despierta, pero no a consecuencia del beso de un príncipie. "Es - dice Benjamin - el cocinero quien la ha despertado, al dar al pinche el bofetón que resonó por todo el castillo con la fuerza acumulada después de tantos años." Y agrega: "Una hermosa criatura duerme tras el seto de espinas de las páginas que van a continuación". Benjamin -dice- se reserva el papel del cocinero, para dar "el bofetón estridente que ha de resonar a través de los corredores de la ciencia."
La idea es similar a la que subyace en la reivindicación de Bloch del Quijote. Los efectos en el mundo real se producen cuando el caballero sale a recorrerlo, aún cuando su búsqueda esté dirigida a seres de fantasía. La princesa espera la llegada de su príncipe, lo que encuentra es un cocinero, pero de todas maneras se despierta. Más que un cuento de hadas, la utopía parece tomar la forma de un equívoco productivo, un desvío que conduce a un resultado sorpresivo. Podría pensarse esto como estratetegia de lectura en las obras de Benjamin. Un libro que toma al drama barroco alemán, y en cuyo análisis termina, entre otras cosas, por pensar el lugar de las vanguardias a principios del siglo XX.

5 comentarios:

Mariano dijo...

No suelo comentar en blogs, pero esto que escribiste me pareció realmente interesante, especialmente por la visión de la analogía de Benjamin, que no conocía. A lo sumo, podría objetarse que no le hace demasiada justicia a Hamlet y Próspero, que quedan un poco reducidos. En fin, un punto a favor para cursar el seminario de Vedda, cuando los horarios me lo permitan.

saludos,
Mariano

charly dijo...

Gracias, Mariano! Sí, los seminarios de Vedda son de lo más recomendables... Es raro que digas analogía, supongo que quisite decir alegoría... se parecen, pero serían una lo contrario de la otra... saludo

Mariano dijo...

(tal como vos decís, quise decir alegoría)

Anónimo dijo...

carlos: muy bueno el texto. Si, los seminarios de Vedda son buenisimos. Me arrepiento de no haberlo hecho este año (solo estoy cursando didactica, siento la abstinencia de teoria frankfurtiana -¿se escribirá así?). Sigo trabajando en la monografia sobre Adorno que te comenté ( leyendo tu texto se me ocurrió que habría que leer La Tempestad desde Dialectica del Iluminismo)que espero que sirva de base para la monografía Adorno-Lukacs.
¿Vas a participar del Congreso de Estudiantes?

Saludos

Angel

charly dijo...

gracias Ángel, no sé si se cura lo del Frankfurteanismo, suena complicado pero hay cosas peores, es una buena adicción. Estoy en el Encuentro de estudiantes, en la organización, podés pasar por la página www.estudiantesdeletras.com.ar Voy a presentar un trabajo. Venite y nos vemos. saludo