Desde hace unos días trabajo en una traducción, a toda velocidad porque vence el lunes. Traduzco un catálogo de premios para buenos empleados. El catálogo es de una empresa que se especializa en hacer premios y regalos, que se encarga de elegirlos para los empleados de otras empresas. Digamos que éstas tercerizan sus gestos de atención y le pasan a la otra, MTM, la tarea de elegir los productos y enviarlos a cada destinatario.
El catálogo es una lista infinita de relojes, collares, pulseras, vajilla. Cada tanto una cámara de fotos, un telescopio. Los artículos podrían estar en la estantería de un free-shop, pero de un país periférico, de una frontera semi-abandonada. Es como si estuvieran pensados por personas de hace medio siglo, cuando un reloj de madera o una fuente de cristal, supongo, podían entusiasmar a alguna ama de casa-- para los maridos plumas, abrecartas, gemelos de plata. Trabajo para un shopping con arteriosclorosis.
El servicio que ofrece esta empresa permite asignar distintas clases de regalos a distintas clases de empleados. Hay 12 niveles de premios, y a medida que avanzo por la lista aparecen perlas naturales, y los relojes se hacen más sofisticados, con terminaciones en oro y bases de palisandro o nogal. Yo voy por el nivel 7. Me siento como en los juegos de computadora a los que jugaba cuando era chico. Con cada nivel superado se hacía más difícil avanzar, y había juegos cuyos últimos niveles habían adquirido un aura mítica porque nadie que conociéramos, ni yo no mis amigos, los habíamos visitado. De ahí la expresión "Llegar a la final", ese era nuestro El Dorado electrónico. Espero "Llegar a la final" antes del Lunes.
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Ayer encontré en el Google un foro donde hablaban de MTM. Eran empleados-- uno de ellos decía que tenía que elegir su regalo (Nivel 5) pero no sabía si quedarse con el reloj de pulsera chapado en oro, la cámara de fotos o el telescopio. Casi todos votaron por el telescopio.
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