En un colectivo se escucha una voz, parecen gemidos. Me doy vuelta, pero cada vez que lo hago se hace silencio. Un hombre oriental apoyado contra la ventanilla mira el tráfico, las luces de avenida Santa Fe resplandecen. Por último lo identifico, era él que hablaba en algún idioma asiático, oriental. Pienso en la soledad de los inmigrantes asiáticos que llegan a la Argentina, no me extraña que mire por la ventana y hable sólo, supongo que se reprocha algo o que está resentido. Mira hacia adelante y gesticula. Unas paradas más, se para y me doy cuenta: el hombre no está loco, como yo creí. Le hablaba a una señora, que quizás sea su esposa, sentada en el asiento de adelante. Ella lo escuchaba en silencio, sin darse vuelta, porque es la costumbre de su país o la suya. Los veo bajar sonrientes, supongo que son turistas.
Pablo M. juega al ajedrez. Es profesional, juega torneos en clubes (Torres Blancas), y se entrena además de enseñar. La última vez que lo vi me contó de los viajes en colectivo con el compañero con el que practica. Empezaron a jugar partidas a ciegas, lo cual implica que por turnos se dictan la movida de sus piezas (a ciegas es jugar sin tablero). Desarrollaron una práctica de convivencia urbana. Consiste en intercalar frases aclaratorias entre las secuencias de movidas que se comunican en el código standard (4rn2/3n1kbp/p3p1p1/etc...) del ajedrez, y ésto con el propósito de sacarse de encima a los curiosos (las sospechas de locura implícitas en la mirada). Cada tantas movidas dicen en voz alta que lo suyo es el ajedrez, que ahora es el turno de su compañero, que "mueva" su pieza.
Charlamos con Inés y nos enteramos de que ambos tenemos pasado de roleros. Juegos de rol, secundaria, noches de Cyberpunk o Señor de los Anillos o Star Wars. Sería largo de explicar, pero los juegos de rol son juegos de mesa para amigos que charlan durante horas sobre mundos imaginarios. Se tiran dados, se pelea, se viven aventuras, etc. Y entre las anécdotas, Inés me cuenta la escena típica-- yo también me acuerdo. De regreso en el colectivo, después de una tarde, o una noche, de rol, las charlas. Mejor, las miradas de los pasajeros sobre nuestras charlas. A los gritos, repitiendo la aventura del Wookie Jedi [Nahuel es testigo...] que se lanzaba con su sable de luz en picada libre subido a una especie de moto acuática espacial rumbo a la Estrella de la Muerte que volaba en pedazos. O, una historia por el estilo, con elfos druidas y trasgos y ladrones de piedras mágicas. Grandes viajes.
2 comentarios:
Como extraño los colectivos... Acá (Barcelona), desgraciadamente, puedo ir caminando a todos lados.
Nunca se me hubiera ocurrido extrañar los colectivos, tienen lo suyo igual
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