viernes, marzo 4

Hoy me compré un colchón. Están pintando en mi casa. Naranja el cuarto, amarillo el living, verde el pasillo, blanco los cielorrasos. En Once tuve que evacuar. Los termotanques a veces se funden, y largan agua durante horas hasta que un día llegás y te dejaron un cartel en la puerta. Y abrís, y está inundado y tus libros absorbieron más agua de la que puede absorber un libro sin deshacerse, como si fueran una pasta mal preparada. Después el karma va compensando, dicen, y vienen tiempos mejores y la vida al final es una suma cero de momentos puestos en la hilera del tiempo rumbo al punto de fuga de tu memoria desquiciada por el pánico y la adrenalina. O no. Tal vez simplemente sea eso. Una sucesión de habitaciones en departamentos que se inundan, y a los que volvés a llegar justo el día en que te estabas por mudar, y en los que, entonces, te dedicas a ordenar y a limpiar, y a cambiarles las alfombras y a barrerlos hasta que vuelven a lucir como recién estrenados y listos para recibir a un nuevo inquilino, que va a ocupar tu lugar sin saber nunca de vos ni de lo que sucedió ahí antes de llegar. Lo que en realidad, tal vez sea mejor para todos.

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