martes, abril 3

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Salió El Interpretador 30 aniversario, y viene cargado. La dupla Selci - Iglesias se las agarra con el tono melancólico de la crítica contemporánea . Y en el dossier sobre Raúl Barón Biza, [p.] lee una de sus novelas como ataque contra "la economía sociosexual de occidente" ("Sobre pistolas y muñecas de carne", Paula Torricella). ¡¡No se lo pierdan!!

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Hace un rato leí una nota en la que aparece Jorge Barón Biza, el hijo del Raúl. En Nación Apache, Alejandro Méndez toma su novela para hablar de los chicos de Belgrano que aparecieron ahogados en las alcantarillas, en diciembre de 2006, y que integraban un grupo de exploración urbana. Tenían una especie de manifiesto y programa de resistencia contra el consumismo y la cultura de masas, el ningunismo. Hay algo que no me cierra en esa nota. Los pone a los chicos en un mismo frente con los situacionistas y con un tipo que se suicidó, Jorge Barón Biza, como si la muerte de éste pudiera reducirse a un programa de acción polítca, como si su muerte hubiera sido un mensaje ofrecido al mundo (Ya Benjamin decía que la poesía no tiene destinatario, no digamos los suicidios). Los chicos de Belgrano son, entonces, según Alejandro Méndez, "héroes de las alcantarillas". Me hace acordar a lo que decía Sarlo en una nota en Punto de Vista, hace poco. La crítica de arte contemporánea está montada sobre el circuito de galerías y muestras, y hasta tal punto está identificada con él, que aparece como una lectura inmediata, una explicación que da sentido al arte y permite a los espectadores tomar consciencia precisa del tipo de ruptura y subversión estética que tienen la suerte de contemplar. ¿Cuál es el riesgo de una obra que cuenta desde el principio con el aval de una lectura crítica que la consagra con una cuota, por más módica que sea, de rupturismo vanguardista? ¿O, más bien, para qué leer a los "ningunistas" de Belgrano como mártires de la teoría situacionista? Pero literalmente, ¿para qué? ¿Para qué carajo querría un adolescente perderse en las alcantarillas de la ciudad, Guy Debord mediante, si un crítico va a resignificar su "obra" (su muerte), e inscribirla en una tradición estética que lo hace merecedor de una nota al pie en una historia del arte contemporáneo? Roy y sus amigos ningunistas, en ese caso, habrían sido los últimos ejemplares de alguna corriente de arte o teoría experimental. Bañados en las aguas purificadoras de la tradición vanguardista del siglo XX, y salpicados con los restos del viejo imaginario romántico, los ningunistas salen indemnes: tienen de Guy Debord el ánimo de impugnación del mundo y su configuración económico-política actual, tienen de Jorge Barón Biza el gesto desesperado y suicida. Funcionan. Son los objet-trouvé con los que podremos deleitarnos durante años. El mercado de la crítica determinará su suerte. Quizás sirvan para reformular la práctica artística ("El fin del arte"). Quizás sean la excusa para alguna teoría sobre la cultura adolescente contemporánea. Lo que no me cierra es lo automático de la operación. No se canoniza a estos chicos, porque obviamente los cánones no están disponibles. Pero sí se los interpreta, se los legitima desde el mundo del arte que, a estas alturas, es el espacio de legitimación por antonomasia, el mayor y más generoso prestamista de capital simbólico actual.
¿Y si hubieran sido unos estúpidos? ¿Si sus lecturas de Debord hubieran sido las más bizarras y ridículas? Creo que eso los redimiría. Si se quisiera rescatar a esos chicos no es (sería muy canalla) por su reformulación de la práctica situacionista. Y mucho menos por su entrega y sacrificio en la lucha contra la opresión capitalista. Sería en todo caso a pesar de ello, a pesar de su teoría y filosofía ningunista, considerando lo que hicieron más allá de la dignidad bastante precaria con la que la "crítica", o incluso sus seguidores (que ya los hay en Internet) pretende teñirlos de "héroes" de la experimentación. Digamos, habría que rescatarlos en su fracaso y olvidarse de su supuesta victoria (¿teórica? ¿estética?). Esa riqueza de los proyectos desvíados, y hasta equivocados, y fracasados, se hace invisible frente a la avalancha teórica que no para de volverlos auto-evidentes y completos en sí mismos. Y, otra vez, ¿para qué queremos que unos chicos ahogados en Belgrano constituyan un proyecto acabado y coherente?


Update: Me olvidaba, también hay una ponencia, de Horacio Lotito, sobre weblogs; ahí yo aparezco con un cameo en la primera línea. Y Ferko ya había hablado de todo lo anterior en su blog, When it rains, no drains

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