sábado, enero 20

La industria cultural

Hace un par de meses me llegó una traducción para una empresa de cosméticos, MAC. Creía que iba a traducir poesía marketinera, largas y cuidadas descripciones de tinturas y colores en polvo. La gravedad infinita que distingue los tonos de un catálogo: del Siena Marroc al Green Luxury, un abismo. Había algo de eso, y siempre va a ser más placentero sumergirse en esa lengua antes que luchar con los glosarios para las máquinas SIEMENS y sus controladores de líneas de montaje. Pero en realidad el texto de MAC no era un catálogo. Era más bien un memo, un documento de uso interno como los que circulan dentro de las empresas y van dirigidos a todos sus miembros, o a una parte de ellos. Tom Cruise escribe uno en Jerry Maguire. Y el memo es tan bueno que la gente cuando lo lee se pone a llorar, y su secretaría se enamora de él. Jerry es una especie de Corín Tellado o Mario Benedetti de la literatura empresarial, y con ese memo se embarca en un proceso que lo lleva a experimentar con las más salvajes y descarnadas formas del amor y la amistad. Y a replantear su vida, antes dedicada a la lucha por el dinero, el cálculo sin sentimientos. (Su memo era auto-ayuda, auto-escrita, no como Bucay).
Y volviendo a MAC. El texto que traduje iba dirigido al área de Capacitación. Era el manual para las chicas aspirantes a trabajar como vendedoras en las tiendas MAC. Los protocolos con los que las multinacionales logran el misterio, la ilusión de una hamburguesa con el mismo sabor en Brooklyn y en Constitución. El manual de uso. Cómo comoportarse en el mostrador. El orden de los frascos, cuántas gotas de perfume, pinceladas, aplicaciones de crema para cada clienta. El material descartable, la limpieza de los lápices labiales usados como pruebas. Decálogo de frases, saludos, bienvenidas. Contestar pregunta con pregunta para abrir el diálogo. Ensayos actorales, retórica, convicción.
Ahora me llegó otro protocolo. Es para los empleados que van a tomar las "Evaluaciones de aprendizaje estudiantil". Dicen en alguna página que hubo casos de chicos que no podían leer el diploma que les habían entregado; por las dudas, en Washington ya tienen un sistema de planillas de corrección semi-atuomática que promete garantizar un piso de conocimiento en los alumnos. Todo decorado con códigos de barras, líneas de diálogo pre-escritas ("Por favor, cierren los cuadernos"), tiempos pautados y reglas especiales para discapacitados y otras minorías.
Yo traduje solamente el libreto, las líneas que los empleados deben pronunciar de cara a los estudiantes-- en castellano, si es una clase de habla hispana. El resto del documento contiene, en inglés, las reglas y recomendaciones para todo el procedimiento. Parece escrito por expertos en seguridad. O psicológos de la CIA. O Donald Rumsfeld.

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